Santa Sofía, símbolo de la ciudad Hace una semana que estuve en
Estambul. Ya había estado con amigos hace unos años, pero esta vez me ha gustado mucho más. Constantinopla, Bizancio y Estambul, distintos nombres para la misma capital de los Imperios Romano de Oriente,
Bizantino y
Otomano respectivamente, es hoy la principal ciudad de una
Turquía renovada por
Atarurk tras la
Primera Guerra Mundial .
Vista del Cuerno de Oro desde la Torre Gálata
La ciudad se encuentra repartida entre la orilla europea y asiática del Bósforo, que separa el Mar de Mármara y el Negro. Joyas como Santa Sofía, basílica y mezquita sucesivamente hoy convertida en museo, el Palacio de Topkapi (dónde residían los sultanes), la Torre Gálata y la Mezquita Azul. El Gran Bazar, los mosaicos bizantinos, mezquitas que serían la envidia de las de Riad, palacios del Rococó. Todo ello en una mezcla de tradición y modernidad, mujeres con velo, con abaya, con minifalda; calles sucias e impolutas; bazares y centros comerciales o casuchas y rascacielos hacen de esta enorme ciudad un destino que no se puede perder.
El puente que une las partes europea y asiática de la ciudad En los últimos tiempos la polémica sobre la entrada o no de Turquía en la UE ha crecido tras las ultimas elecciones, con la reafirmación en el poder del partido de
Erdogan, islámico moderado. Desde los años 20 el laicismo ha sido la bandera del país, obligando en las universidades e instituciones públicas a no llevar distintivos religiosos, véase velo. Una de las propuestas del partido Justicia y Desarrollo es permitir su uso. El ejercito, garante del laicismo y de la herencia de Ataturk, ya ha dicho que vigilará de cerca las medidas que se adopten. En la historia reciente los militares ya han “intervenido” en numerosas ocasiones. Por otro lado Turquía lleva siendo candidata a las UE desde antes que España lo fuera. Actualmente existen diversos movimientos en Europa en contra a su incorporación. Que Turquía es un país de tradición islámica y que Europa no, que si se abriría la puerta a una inmigración masiva, que si el terrorismo, etc., son algunas de las razones que se esgrimen en contra de su entrada.
La Mezquita Azul Bajo mi punto de vista sí que se debería abrir la posibilidad a su entrada en la
UE. Por supuesto cumpliendo las condiciones que se exigen a todos lo miembros, tanto económicas, como de derechos humanos y políticas (cuestión chipriota, minoría armenia o
kurda). Cuando se alzan voces en contra de su entrada nadie menciona lo que realmente preocupa a los gobernantes de, sobre todo, las naciones europeas más grandes: la cuota de poder. Y es que según la forma de repartir escaños en el Parlamento y puestos en la Comisión es la población de cada estado miembro lo que cuenta. Turquía, con casi 80 millones de habitantes sería el país con más poder tras
Alemania, por encima de
Reino Unido,
Francia o
Italia. Y, por supuesto, ninguno está dispuesto a perder cuotas de poder. Respecto al asunto de las raíces cristianas europeas, no entiendo que sea en sitios como Francia, donde el laicismo está más instaurado, donde sean más fuertes las críticas. El partido actualmente en el poder es islámico, lo cual no significa que su misión sea inmolarse en plazas transitadas. Si mal no recuerdo en Alemania gobiernan en coalición los DemoCRISTIANOS y éstos no abogan por una revisión del evolucionismo. Y en otros países existen multitud de partidos que se declaran cristianos (el
PP,
PNV y
Unió por ejemplo). El partido de Erdogan ha continuado con la tendencia modernizadora de Turquía, apoyado su entrada a la UE, liberalizado sectores e incentivado la inversión extranejera.
Mosaicos de Santa Sofía
En mi anterior visita a Estambul aproveché para recorrer en coche toda la costa turca del Egeo y parte del interior. Y, al contrario de lo que se pudiera pensar, no me pareció que cuanto más lejos de las ciudades, más islamizado. Más pobreza y menos desarrollo, sí. En regiones más del interior parece que la población es más tradicional y sobre todo un lugar menos desarrollado. Pues no olvidemos que Turquía es un país en proceso de desarrollo. Con una situación estratégica envidiable y un papel muy importante en la región. Su entrada en la UE serviría de motor para su desarrollo, daría diversidad a la Unión y, mediante su influencia en la región, serviría de ejemplo para otros países en vías de una mayor islamización. Una negación a su entrada podría significar una gran frustración para sus gentes, que se ven como puente entre Oriente y Occidente. Y serviría de caldo de cultivo para una radicalización religiosa. En lo que a una excesiva afluencia de emigración se refiere, se solucionaría con medidas como las que han sido impuestas a los nuevos socios comunitarios: Rumanía y Bulgaria.
A las puertas de la modernidad
Sobre asuntos como permitir el velo en las instituciones no me pronuncio del todo. Por un lado la libertad religiosa, apoyada por la UE, y por otro el laicismo, padre de la actual Turquía.
En definitiva, bajo mi punto de vista, no creo que argumentaciones como las religiosas sirvan para este asunto. Sobre todo si se piensa construir una UE moderna y práctica. Sinceramente, aunque los nórdicos sean cristianos, me siento igual de distinto ante un sueco que ante un turco. Que los políticos sean claros y argumenten su negativa ante una posible perdida de poder en las instituciones europeas. Eso sí, entendería posturas como que la unión es EUROPEA y gran parte de Turquía está fuera del viejo continente. Sería razonable aunque sería una pena. ¿Y Rusia?, dado el caso ¿se aceptaría?, ¿o solo a una fracción de su territorio y población?.
Actualización: Me he percatado de que Turquía tiene una renta per cápita similar a la de Arabia Saudí, unos 13.000 dólares. Lo que viendo las poblaciones de ambos (78 y 24 millones) y como son ambos países, me da mucho que pensar sobre qué narices hacen los saudís con los petrodólares.